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Nací en Bande-Açu en el carnaval de 1958 en el nordeste del Estado de Bahía, Brasil  y  antes que me desilusionara con la Sociología, ya había conocido la Polaroid, cuya rapidez atrapó mi atención. 

La fotografía llegó a mí  a principios de los años  ochenta, cuando  acaricié una cámara por primera vez: ¡un flash de emoción! igual que mi primera cámara,  conseguida por medios políticamente incorrectos, la maldición hizo que no viera mis primeras imágenes: un espabilado no pagó para emocionarse  lejos de mis ojos.

En el año 1985  fui  a  Belém do Pará,  norte de Brasil, donde empecé (Fotoativa!) de aprendiz de hechicero en un laboratorio de fotografía por circunstancias que hoy me hacen pensar: ¡¿El destino!? ¡¿Búsqueda!? ¿¡Encuentro¿¡ No  sé si ya he dado el salto al vacío,  si todavía estoy en el aire,  o  tal vez sea  tema de un debate post moderno. 

Después de tres años en Belém me aventure por tierras centroamericanas  con pasaje de ida y con el amor en el cuerpo y  ahí... pensé que me había convertido en fotógrafo y realizando  mis primeros reportajes.  A  finales de los ochenta  regreso a Bahía y trabajo  entre Teofilândia y Salvador.  El virus ya se había apoderado de mi mente  y no pude resistir más de un año y... Madrid, Madrid, Madrid...( también pensé ir al cielo)  cuya estancia he pasado sin pena, ni fotos, ni gloria. 

Principios del 93, me voy a Guatemala donde trabajo  en la Fundación de Antropología Forense, documentando los restos de las victimas (principalmente de origen Maya) de la violencia en los cementerios clandestinos. 

Después de tres años trabajando en Ayacucho,  Andes peruanos, en la Facultad de Comunicación de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga,  regreso a España, Zaragoza donde encuentro espacio para nuevas aventuras. Regreso a Guatemala.

 Hoy ya no  vago por Guatemala luchando contra mis fantasmas. Ahora estoy de regreso a Zaragoza, mi casa actual.

En mi vagar sólo he visto unos cuantos espectros que se enroscan en los rincones del cuarto oscuro;  ahora veo otros  más o menos inmanejables... Lo que no sé es de cuánto dispongo para enfrentarlos sin un píxel mapa. ¿Y ahora que hago?

 


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