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 ... La mirada fotográfica se define por la presencia del objeto, pero también por la ausencia, por lo que no está y que, tal vez, debería estar o por lo que es encubierto y disimulado y que merece ser puesto a la luz; la luz del día o la luz del flash.

En consecuencia, la fotografía es un deambular por aquellos lugares de topos imprecisos o intangibles; es un descubrir lo oculto, rescatar lo oculto,  otra vez una aproximación a y de lo oculto. La fotografía no pretende identificar, rescatar, arrastrar, trasladar lo oculto para dejarlo al descubierto; no apunta al detalle para dejarlo al desnudo, arrebatarle  su pudor y ponerlo en ridículo, sino porque ahí es donde se esconde el significado, es ahí donde la presencia  empieza  a cobrar trascendencia.

La mirada fotográfica escarba en lo prohibido, escudriña en lo temido, no ya para fiscalizar, sino para brindar la oportunidad al objeto fotografiado de revelarse y, por qué  no, de rebelarse también.

La mirada es, ciertamente, una mirada limitada; limitada físicamente, sensitiva y/o ideológicamente. En consecuencia es, también, una mirada fragmentada que da lugar a una imagen en fragmentos del mundo. Sin embargo, nada ni nadie en este mundo tienen una coherencia intrínseca; ella depende del significado, del sentido que querramos o podamos otorgar a la experiencia de y en la vida.

La imagen, producto de la mirada del fotógrafo y ofrecida ala mirada del espectador, es el lugar donde queda trasladado el objeto fotografiado, con sus evidencias y sus sombras. De esta manera, el objeto fotografiado renace, adquiere nueva vida, vía de imagen, vida que alimenta el imaginario; el imaginario del que mira la imagen, del que observa la fotografía.

La imagen, por lo tanto, no encierra, ni congela el objeto fotografiado; por el contrario, al representarlo, lo libera de los estereotipos, de las cadenas de prejuicios a las que la mirada común lo condena.

La imagen garantiza el distanciamiento; y éste, a su vez, el desprendimiento de la experiencia meramente física; desprendimiento que no busca la ruptura entre el imaginario y la realidad, sino aquel que es necesario para pensar... pensarse uno mimo, pensar el otro.

La imagen no es una ilustración de un texto escrito; la imagen es en sí mismo un texto; un texto a leer, a interpretar, a descifrar, a comentar, a discutir. Es un texto que, debe provocar la palabra, la palabra del otro. La fotografía  es entonces un registro interactivo y reflexivo del acontecer en el mundo, del acontecer en la calle... en el estudio.

La fotografía, y la mirada que ella implica y la imagen que ella produce, no es atemporal. La fotografía niega ese eterno presente romántico y onírico, para insertarse en el momento, en la historia, en la vida misma. La fotografía es, pues, un acto contextual que reinvidica el tiempo y el espacio, el aquí y el ahora,  como condiciones para el desciframiento y el entendimiento. La fotografía, pues, no es solamente querer producir vagas nostalgias, ni fotos recuerdos, correr tras la fugacidad del tiempo perdido, sino testimoniar lo que sucede en el instante en que se dispara la cámara, instante que, al igual que el detalle, gana profundidad y sentido desde el momento en que se le sabe trascender. 

*  Gilmar Simões y  Alessandra Galimberti (antropóloga) Ayacucho, Perú -2000)

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